Se pueden leer cuentos más cortos, a los que se los denomina Minicuentos...Acá te presento algunos de ellos...Disfrútalo!!
El baile
En una corte centroeuropea vivía una vez un príncipe que se iba a casar.
-Tienes que aprender a bailar, porque pronto será tu boda y el baile real no puede celebrarse sin que lo inicies tu –le dijeron un día.
- Vale.
Pero no hubo forma. Aquel príncipe no tenía el menor sentido del ritmo y no conseguían enseñarlo a bailar. Pasaban las semanas, se acercaba la fecha de su boda y en la Corte cundía la desesperación.
-¿Qué hacemos? Es un patoso. Nunca aprenderá a bailar.
-Si me dejáis, yo lo enseñaré –dijo de pronto una de las doncellas de su madre, la reina.
-¿Y cómo lo harás? –le preguntaron.
-Dejadme y veréis.
La dejaron y la doncella fue al encuentro del príncipe.
-¿Sabes jugar al escondite? –le preguntó.
-Cómo no.
-Pues búscame aquí -dijo yéndose a la derecha.
Y cuando él se inclinaba, se fue a la izquierda:
-No, búscame aquí.
Y cuando él iba hacerlo, saltó hacia atrás.
-¿No me encuentras?
Saltó hacia delante y el príncipe, adivinándolo, la siguió. Saltó hacia la derecha y el príncipe la siguió. A la izquierda y lo mismo. Así, una y mil veces. Hasta que la doncella paró y le dijo:
-Muchas gracias, Alteza, por concederme este baile
-¿Baile? ¿Acaso no estábamos jugando?
-El baile, Alteza, no es más que un juego para dos. Y vos desde luego que sabéis jugar.
Y así fue como el príncipe patoso de aquel reino centroeuropeo se acabó convirtiendo en un príncipe bailarín.
-Tienes que aprender a bailar, porque pronto será tu boda y el baile real no puede celebrarse sin que lo inicies tu –le dijeron un día.
- Vale.
Pero no hubo forma. Aquel príncipe no tenía el menor sentido del ritmo y no conseguían enseñarlo a bailar. Pasaban las semanas, se acercaba la fecha de su boda y en la Corte cundía la desesperación.
-¿Qué hacemos? Es un patoso. Nunca aprenderá a bailar.
-Si me dejáis, yo lo enseñaré –dijo de pronto una de las doncellas de su madre, la reina.
-¿Y cómo lo harás? –le preguntaron.
-Dejadme y veréis.
La dejaron y la doncella fue al encuentro del príncipe.
-¿Sabes jugar al escondite? –le preguntó.
-Cómo no.
-Pues búscame aquí -dijo yéndose a la derecha.
Y cuando él se inclinaba, se fue a la izquierda:
-No, búscame aquí.
Y cuando él iba hacerlo, saltó hacia atrás.
-¿No me encuentras?
Saltó hacia delante y el príncipe, adivinándolo, la siguió. Saltó hacia la derecha y el príncipe la siguió. A la izquierda y lo mismo. Así, una y mil veces. Hasta que la doncella paró y le dijo:
-Muchas gracias, Alteza, por concederme este baile
-¿Baile? ¿Acaso no estábamos jugando?
-El baile, Alteza, no es más que un juego para dos. Y vos desde luego que sabéis jugar.
Y así fue como el príncipe patoso de aquel reino centroeuropeo se acabó convirtiendo en un príncipe bailarín.
Vacas
Érase una vaca próspera y bien alimentada, que vivía en un país de verdes praderas. Pero la vaca no era feliz:
-Qué aburrimiento. No le veo sentido a esta vida de pastos eternos y “dolce far niente”.
-¿Y qué? -le preguntaban las colegas de manada, que nunca se acostumbraban a su forma de hablar.
-Que siento vacía mi vida, todo el día comiendo y sin nada mejor que hacer.
…………………………………..
Érase al mismo tiempo una vaca flaca, que apenas comía, ya que había nacido en un país desértico y sin pastos. Desde que se despertaba hasta el anochecer, todo su afán era buscar alguna mala hierba que llevarse a la boca. Cuando lo conseguía, eso sí, se sentía inmensamente feliz.
-¿Cuál será el colmo de la felicidad? -le preguntó otra vaca flaca un buen día.
-Vivir en un país de verdes praderas y pastos perpetuos, sin duda.
…………………………………
Eso piensan todas las vacas pobres del mundo.
Ni se pueden imaginar lo mucho que sufren todas las vacas ricas del mundo.
Las vacas, claro, son animales irracionales.
No como tu y como yo…
-Qué aburrimiento. No le veo sentido a esta vida de pastos eternos y “dolce far niente”.
-¿Y qué? -le preguntaban las colegas de manada, que nunca se acostumbraban a su forma de hablar.
-Que siento vacía mi vida, todo el día comiendo y sin nada mejor que hacer.
…………………………………..
Érase al mismo tiempo una vaca flaca, que apenas comía, ya que había nacido en un país desértico y sin pastos. Desde que se despertaba hasta el anochecer, todo su afán era buscar alguna mala hierba que llevarse a la boca. Cuando lo conseguía, eso sí, se sentía inmensamente feliz.
-¿Cuál será el colmo de la felicidad? -le preguntó otra vaca flaca un buen día.
-Vivir en un país de verdes praderas y pastos perpetuos, sin duda.
…………………………………
Eso piensan todas las vacas pobres del mundo.
Ni se pueden imaginar lo mucho que sufren todas las vacas ricas del mundo.
Las vacas, claro, son animales irracionales.
No como tu y como yo…
El poder (dedicado a Gallardón)
Ante la cercanía de su muerte, un rey mandó llamar a sus tres hijos.
-Solo uno de vosotros me puede heredar. Puede hacerlo el mayor, por tener más edad. Puede ser el segundo, por ser el más sensato. O quizá deba ser el tercero, por ser el más inteligente. Pero antes de tomar mi decisión, quiero saber lo que pensáis.
El más pequeño, inteligente como era, se puso a meditar sobre el aparente enigma. El del medio, con su habitual sensatez, consideró que no convenía precipitarse en la respuesta. El mayor, carente de inteligencia y de sensatez, desenvainó la espada y mató a los dos.
-¿Cuál era la pregunta? -preguntó después a su padre.
….
(Final corregido y mejorado, siguiendo la sugerencia de Teresa y otros)
-Solo uno de vosotros me puede heredar. Puede hacerlo el mayor, por tener más edad. Puede ser el segundo, por ser el más sensato. O quizá deba ser el tercero, por ser el más inteligente. Pero antes de tomar mi decisión, quiero saber lo que pensáis.
El más pequeño, inteligente como era, se puso a meditar sobre el aparente enigma. El del medio, con su habitual sensatez, consideró que no convenía precipitarse en la respuesta. El mayor, carente de inteligencia y de sensatez, desenvainó la espada y mató a los dos.
-¿Cuál era la pregunta? -preguntó después a su padre.
….
(Final corregido y mejorado, siguiendo la sugerencia de Teresa y otros)
El tigre
Había una vez un tigre que nació en un Zoológico y nunca había salido de la jaula. Un día, se produjo un terremoto, se abrieron todas las jaulas y los animales huyeron asustados. Tres días después, hallaron al tigre y lo devolvieron a su jaula, que ya estaba reparada. El tigre se sintió inmensamente feliz:
-Pensé que nunca volvería a mi hogar -suspiró.
-Pensé que nunca volvería a mi hogar -suspiró.
El toro
Hubo una vez un toro que no quería embestir.
-Venga, hombre, mira qué capa más roja -le decía el torero.
-Me gusta más el verde. Sobre todo el verde de las praderas y de los pastos.
El torero tiró la capa.
-A mi, también. Anda, vámonos.
Se fueron y ninguno de los dos volvió a pisar nunca una plaza taurina.
-Venga, hombre, mira qué capa más roja -le decía el torero.
-Me gusta más el verde. Sobre todo el verde de las praderas y de los pastos.
El torero tiró la capa.
-A mi, también. Anda, vámonos.
Se fueron y ninguno de los dos volvió a pisar nunca una plaza taurina.
La Miss
Esto era una chica muy guapa que un día quiso aspirar a Miss Mundo.
Se presentó al correspondiente certamen y le pidieron que se pusiera un traje de baño.
-¿Dónde está la piscina?
-No hay.
-Pues vístase usted de Tarzán, so guarro -le soltó al miembro del jurado, que era un señor trajeado de la cabeza a los pies.
Y no ganó. ¡Pero se quedó más a gusto…!
Se presentó al correspondiente certamen y le pidieron que se pusiera un traje de baño.
-¿Dónde está la piscina?
-No hay.
-Pues vístase usted de Tarzán, so guarro -le soltó al miembro del jurado, que era un señor trajeado de la cabeza a los pies.
Y no ganó. ¡Pero se quedó más a gusto…!
Un cuento republicano
En un remoto país de cuyo nombre no quiero acordarme apareció un día un terrible dragón que todo lo destruía. Nada ni nadie parecía poder detenerlo. La gente, angustiada, pidió ayuda a la máxima autoridad del país, que era el Presidente de la República:
-¡Haga usted algo o el dragón acabará con todos nosotros!
El orondo presidente se rascó la calva:
-Hombre, pues no sé… Si fuera un rey a la antigua, ofrecería la mitad de mi reino y la mano de mi hija a quien lo matara. Pero ni soy rey, ni tengo reino, ni mis hijas están solteras a estas alturas.
La gente se miró confusa. Entonces alguien tuvo una idea genial:
-Como esto es una República y manda el pueblo, propongo que ofrezcamos el cargo de este señor a quien se atreva a matar el dragón.
Hubo un clamor de asentimiento y algún tiempo después, en efecto, fue nombrado como nuevo presidente de la República un valeroso mozalbete que con fuerza y astucia logró neutralizar la temible amenaza.
-¡Haga usted algo o el dragón acabará con todos nosotros!
El orondo presidente se rascó la calva:
-Hombre, pues no sé… Si fuera un rey a la antigua, ofrecería la mitad de mi reino y la mano de mi hija a quien lo matara. Pero ni soy rey, ni tengo reino, ni mis hijas están solteras a estas alturas.
La gente se miró confusa. Entonces alguien tuvo una idea genial:
-Como esto es una República y manda el pueblo, propongo que ofrezcamos el cargo de este señor a quien se atreva a matar el dragón.
Hubo un clamor de asentimiento y algún tiempo después, en efecto, fue nombrado como nuevo presidente de la República un valeroso mozalbete que con fuerza y astucia logró neutralizar la temible amenaza.
Cuentan
El manjar
Cuentan que en cierta ocasión una mosca encontró una inmensa caca de vaca, recién “fabricada”. Se posó en ella admirada y notando que la boca se le hacía agua ante el inminente festín. Pero antes, sintió la necesidad de orar:
-Gracias, Altísima Mosca Suprema, por lanzar desde el cielo tan suculento manjar.
Y llena de alegría, se puso a comer.
-Gracias, Altísima Mosca Suprema, por lanzar desde el cielo tan suculento manjar.
Y llena de alegría, se puso a comer.
El erizo
Este era un erizo que vivía muy triste porque todo el mundo le echaba puyas… Por donde quiera que pasaba se sentía atacado. Por eso decidió un día alejarse de todos y de todo. Hasta que una noche de claro de luna vio su imagen reflejada en un pozo. Y se dio cuenta de que las puyas; o sea, las púas, los dardos puntiagudos, recubrían todo su cuerpo. Por eso los demás, temerosos, se ponían en guardia al cruzarse con él.